¿Qué es la
verdadera adoración?
La palabra adorar utilizada por el señor Jesus en el
evangelio de Juan 4:22:23 en el idioma original griego “Proskuneo ”.
¿En qué
consiste la adoración? E1 vocablo en nuestro idioma moderno significa
reverenciar con mucho honor o respeto a un ser; reconocer o atribuir valor a
una persona, Adorar a Jesucristo es atribuirle valor a Él.
Puesto que,
sobre todos los libros, el Apocalipsis es la clave de la adoración a
Jesucristo, vamos ahora considerar Apocalipsis 4:10-l1.
Los
veinticuatro ancianos se postran delante del que está sentado en el trono, y
adoran al que vive por los siglos de los siglos, y echan sus coronas delante
del trono, diciendo: Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el
Poder; Porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron
creadas.
He aquí la
verdadera adoración, y su orden es significativo. Lo primero que observamos en
el versículo 10 es que todos se Postran:
«Los
veinticuatro ancianos se postran delante del que está sentado en el trono».
Esto es lo primero, y siempre viene en primer término. La postración nos habla
de sumisión hacia Aquel a quien se adora, puesto que encontramos que ellos «se
postran delante del que está sentado en el trono, y adoran al que vive por los
siglos de los siglos, y echan sus coronas delante del trono».
Es imperioso
observar que primeramente tiene lugar la sumisión y, en segundo término, el
echar las coronas delante del trono. En los tiempos en que se escribió el
Apocalipsis, cuando las legiones romanas vencían a un rey, se lo conducía a
Roma para que se Postrara a los pies del emperador, o bien, se lo ubicaba
delante de una gran imagen del César, obligándolo a postrarse delante de ella y
a echar su corona a sus pies. Este era un acto de sumisión total, de abdicación
ante el emperador. De modo que Juan, en Apocalipsis 4, nos está revelando las
dos primeras condiciones básicas de la adoración.
La primera es la postración,
la sumisión total a Aquel a quien se adora.
La segunda es echar la corona a los
pies del adorado.
¿Cuál es el
propósito de la corona? Atrae la atención hacia quien la luce; lo enaltece. El
adorador sincero de Cristo, al echar su corona a los pies del Señor, está
diciendo: «Yo deseo que sólo Tú seas exaltado, que sólo Tú seas glorificado».
El segundo motivo, pues, es el deseo de vivir para la gloria de Cristo y sólo
la de Él.
La primera
condición esencial para la adoración sincera es la sumisión total. La segunda
es que sólo Cristo sea glorificado. Debemos cumplir con estas dos condiciones
sometiéndonos completamente, sin reserva, a Jesucristo como Señor.
En
Apocalipsis 4:11 encontramos a los adoradores atribuyendo valor a Aquel que
está sobre el trono, manifestándole que Él es digno. Esta es la adoración: la
atribución de valora Aquel a quien se adora.
Señor; digno
eres de recibir la gloria y la honra y el Poder; Porque tú creaste todas las
cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas.
¿Qué han
hecho ellos? Han renunciado y echado sus coronas delante del trono, despojándose
de su gloria y diciendo: «Tú eres digno de recibir la gloria, y sólo tú». La
honra y el poder vienen a continuación. Estas son las tres cosas que los
hombres procuran: ser glorificados, exaltados y honrados. Por lo tanto, al
adorar a Jesucristo debemos despojarnos de toda aspiración de gloria, de honor
y de poder; pues Él y sólo El es digno de ellas.
Apocalipsis
5 es uno de los grandes, sino el más grande capítulo sobre la adoración en toda
la Biblia. Observemos nuevamente el orden en el versículo 8. En primer lugar
ellos se postran.
Y cuando
hubo tomado el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se
postraron delante del Cordero; todos tenían arpas y copas de oro llenas de
incienso, que son las oraciones de los santos.
Nuevamente
en el versículo 9 le adjudican valor a Jesucristo. Esta es la adoración.
...y
cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir
los sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para
Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación.
Es evidente,
pues, que no podemos adorar a menos que haya una total entrega de nuestro
corazón.
Y todos los
ángeles estaban en pie alrededor del trono> y de los ancianos y de los
cuatro seres vivientes; y se postraron sobre sus rostros delante del trono, y
adoraron a Dios (Ap. 7:11).